Pensamientos negativos
Guía para controlar el pensamiento rumiante
Los pensamientos negativos generan síntomas de ansiedad, temor, falta de motivación, depresión y angustia. ¿Cómo identificarlos para poder controlarlos, y salir de este círculo vicioso? En esta nota, las claves.

Pensar -tanto- tiene su costo. Y a veces es bastante alto, si los pensamientos son negativos. Frases como “todo me sale mal”, “nadie me quiere”, “soy un desastre”, “me tiene bronca”, y otras parecidas, son las que pueden invadir nuestra mente a diario y hacernos ver la vida con un lente bastante oscuro.

Un dato que debemos tener en cuenta es que en general los pensamientos negativos siempre parten de exigencias. Porque creemos que no podemos equivocarnos, o que hay gente que es “perfecta”, por ejemplo. Entonces, cuando las cosas no salen como queremos, nos castigamos. Por eso es tan importante trabajar la autoestima. Pero además, empezar a registrar con qué “cristal” miramos la vida (porque tener pensamientos rumiantes, también depende en gran parte de la lectura que hagamos de la realidad).

La queja y los pensamientos negativos nos consumen energía, generan ansiedad y estrés, y nos mantienen preocupados en lugar de “ocupados”. Y en consecuencia, todo esto nos quita lugar para explotar nuestras capacidades creativas y avanzar hacia lo que deseamos.

El psicólogo Xavier Guix autor del libro “Pensar no es gratis”, asegura que el costo mayor de “rumiar” (refunfuñar, rezongar), es que se gasta glucosa, el combustible del cerebro. Para Guix, cuando alguien dice que está agotado de pensar, es literal: “Al pensar influimos en nuestra química cerebral, y los pensamientos no son neutros, porque están construidos con imágenes, sensaciones y voces que actúan como estímulos para nuestros estados internos. Es así como podemos alegrarnos o destrozarnos el día, a golpe de pensamientos”, asegura en su libro.

¿Cómo podemos salir de este círculo vicioso? Una clave es poner en marcha estrategias para atraer pensamientos positivos. Para eso, la psicóloga Beatriz Goldberg dice que debemos modificar nuestro diálogo interno. O sea: si pronunciamos palabras peyorativas o limitantes, tenemos que cambiarlas por otras: “En lugar de palabras como ‘debería’ o ‘tengo que’, comencemos a decir ‘elijo’. Este simple detalle da una perspectiva totalmente diferente de nuestra vida. Todo lo que haremos será por elección”, dice Goldberg. Y agrega: “Tenemos el poder de ‘seleccionar’ o hacer una ‘búsqueda’ de experiencias positivas. Un cambio en la mirada o en los pensamientos, nos va a influir mucho a la hora de vencer los miedos para transformar todo aquello que queramos cambiar”.

La idea, según la especialista, es que podamos transformar los mensajes paralizadores en frases proactivas, energizantes, resolutivas. ¿De qué manera? No diciendo más frases como: “Por qué no habré hecho esto antes”, “Si yo hubiera sabido”, “El tiempo que perdí”, “Hipotequé mi vida”, “Si me hubiera dado cuenta”, “No es el mejor momento”, “Cómo voy a arriesgarme”. En su lugar, empezar a decir: “Por fin me di cuenta”, “Qué suerte que…”, “Aprendí que…”, “Estoy a tiempo de…”, “La vida me enseñó…”, “Me arriesgaré”.

Y un último consejo que podemos tener en cuenta, es no tomar “la parte por el todo”. ¿Qué sería esto? : “Si no me gusta mi nariz, entonces pienso que soy horrible”. “Si se me manchó el vestido, pienso que se me arruinó la salida”. Que sólo una cosa haya salido mal, o no sea como esperamos o nos gustaría, no arruina “todo”. Y siempre, pero siempre que aparezcan este tipo de pensamientos, es importante que respiremos hondo, y volvamos al eje. Aunque sea por cinco minutos, van a ver cómo cambia la energía.

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