Cambiar un hábito, ¿por qué nos cuesta tanto?
Es verdad que lleva sólo tres semanas hacer de un comportamiento algo más estable y definitivo?

Un hábito es aquello que hacemos sin pensar, es algo que tenemos totalmente automatizado. Es algo que hacemos a repetición casi sin tomar conciencia.

Pero no siempre fue así. Hubo un momento en que ese hábito aún no formaba parte de nuestro repertorio. Se debió atravesar un momento de aprendizaje y de esfuerzo para lograr adquirir ese nuevo comportamiento.

La gran mayoría de las cosas que hacemos son hábitos. Por eso es tan difícil abandonar un hábito. Porque se nos hacen carne, se convierten en parte de nuestro ser.

Hay una frase que dice: Si decides tus hábitos, decides tu vida.
Y es tan cierta como molesta. Así como podemos elegir hábitos saludables también podemos ser rehenes de hábitos que nos perjudican. Y esto va a depender del nivel de conciencia que tomemos sobre nuestros actos y sobre lo que se esconde detrás de cada uno de esos actos: nuestra motivación.

Imaginemos que queremos empezar a comer bien, a llevar una alimentación más sana. El primer paso para incorporar este hábito va a ser identificar cuál es el hábito que voy a sustituir. En este caso seguramente va a ser el hábito de comer comida chatarra por ejemplo. Ese es el primer paso, porque al identificar qué es lo que debo reemplazar empiezo a ubicar en mi mente la verdadera motivación detrás de mi necesidad de cambio.

Ahora, será necesario responder con total honestidad a la pregunta acerca de por qué quiero modificar ese hábito negativo. Identificar cada una de las razones por las cuales no quiero seguir sosteniendo ese comportamiento que me daña, va a ser el puntapié para dirigirme hacia una nueva elección.

Será muy provechoso también proponerse un sistema a través del cual podremos ir incorporando ese nuevo hábito. Es tan indispensable la planificación de los pasos a seguir, como la definición de nuevas reglas, de  ideas, y de todo lo necesario para poder cumplir con lo que nos propusimos.

 


“Si estás dispuesto a hacer lo difícil ahora, tu vida terminará siendo muy fácil. Pero si ahora haces lo fácil, tu vida terminará siendo muy difícil”. Lain García Calvo


 

Al incorporar una nueva actividad o acción seguramente nuestro ser responda con cierta resistencia o huida. Debemos saber que esto puede pasar y darle pelea. Intentar pensar lo menos posible sobre eso que estamos tratando de lograr  y entregarnos a fluir con las nuevas sensaciones que este cambio nos provoca.
Un truco para no sentir tanta presión es empezar de a poco. Dar pequeños pasos para ir avanzando en la dosis adecuada a la posibilidad de respuesta. Así no nos gana la excusa del no puedo. La realidad es que todo es posible de aprender o desaprender. Tenemos un cerebro que cambia constantemente. Nuestras acciones modifican las conexiones neuronales y la plasticidad nos permite incorporar nuevas habilidades si las repetimos por algún tiempo.
Pero nada de esto va a funcionar si no hay una clara y firme motivación. Muchas veces la motivación no es la correcta o no es suficiente. Otras veces el objetivo que nos proponemos no es realista, o no tiene una base sólida.

Es imposible abandonar o adquirir un hábito si no tenemos bien definido el por qué y para qué de esta decisión.

Ese motivo va a ser la fuerza para cambiar. Esa razón va a ser el motor que empuje para adelante cuando los antiguos hábitos pujen por quedarse. Habrá que hacerse cargo de nuestro verdadero deseo y construir el camino más certero para alcanzarlo.


 

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