Cometer errores puede ser muy beneficioso para tus planes
Cuando fallamos lo mejor que podemos hacer es levantarnos y ver qué podemos aprender de esa caída

En las películas aparecen esos protagonistas que van de fracaso en fracaso, se equivocan en grande y después de una gran lucha salen victoriosos. En las películas los aplaudimos y admiramos. Pero, qué sucede en la vida real? Somos así de tolerantes frente a nuestros errores y equivocaciones?

Por qué cuestionamos tanto cada mal paso que damos? Por qué nos cuesta tanto perdonarnos y seguir adelante?

A pesar de que intentemos olvidar esos momentos en que erramos en grande, al recordarlos y analizarlos podemos descubrir pistas para nuestro crecimiento. Todos conocemos personas que se recuperan bien después de algún error o fracaso.

En su libro “Pensamiento caja negra” Matthew Syed explica porque algunas personas aprenden de sus errores y otras no. La diferencia entre ellos radica en como analizan los errores. Y acá tenemos que distinguir entre dos clases de personas. Aquellos que creen que el éxito proviene del talento y de la inteligencia innata, y aquellos que por el contrario, creen que para avanzar en la vida hay que tener experiencia y aprender de los errores. Si pensamos que el progreso es alcanzado en gran medida gracias a la experiencia y la práctica vamos a poder entender que fallar es una parte inevitable del proceso de aprendizaje.

La mayor parte del pánico que le tenemos a los errores es por el peso que tiene la mirada ajena. Sentimos que las personas nos están observando y juzgando y nos genera sentimientos de vergüenza. Imaginémonos que estuviéramos solos en un desierto y cometemos algún error, nos sentiríamos tan mal por eso?

Usualmente creemos que las personas van a pensar que no somos lo suficientemente buenas, inteligentes, o capaces, y eso nos lleva a escondernos. A querer evitar todo intento de proyecto o de idea con el fin de no exponernos a la mirada evaluadora de los demás. No logramos entender que la prueba y el error son partes del progreso. De no ser así, grandes creaciones hubiesen quedado sin ver la luz, condicionadas por el pánico de sus creadores.

Una buena alternativa a este miedo que tenemos tan arraigado es tratar de distinguir qué historia nos contamos sobre nosotros mismos usualmente. Nos decimos que somos capaces de resolver cualquier contratiempo o pensamos que vamos a fallar? Cuando fallamos lo mejor que podemos hacer es levantarnos y ver qué podemos aprender de esta caída.

Desde pequeños nos enseñan a buscar el éxito, a buscar la buena nota, a buscar el halago. Desde pequeños nos hacen sentir mal si obtenemos un mal resultado y nos exigen mejorar para la próxima. Ahora, como adultos tenemos ese hábito y esas exigencias incorporadas a nuestro ser, y no nos damos ni siquiera la chance de cuestionarlas.

Por otro lado las redes sociales nos muestran gente feliz, exitosa, con casas perfectas y cuerpos bien tonificados. Nos hacen pensar que todo lo hacen bien y fácil.
Muchas veces creemos que el valor de una persona reside en lo que ha logrado y no en la cantidad de esfuerzo que puso en eso.

Mejor será hacer foco en todas las posibilidades que tenemos por delante, y sobre todo en nuestra capacidad de aprendizaje, que quedarnos estancados en lo que aún no hemos logrado.
La psicóloga Carol Dweck en su charla Ted explica cómo funciona el poder del “aún”.
Ella cuenta cómo esta manera de pensar ha ayudado a muchos estudiantes en sus procesos de aprendizaje.

Luego de extensas investigaciones, afirma que la diferencia la hacemos cuando, en lugar de alentar la inteligencia o el talento, ponemos la atención en la actitud o en el esfuerzo.

Vivir con miedo al fracaso es muy peligroso, ya que nos obliga a vivir una vida muy cautelosa y segura en la que nunca nos daremos la oportunidad de encarar nuevas aventuras.

Bronnie Ware una enfermera australiana que se dedicó a cuidar enfermos terminales realizó un estudio acerca de los arrepentimientos en la vida.
Ella observaba que los enfermos en sus últimas semanas de vida lograban una gran claridad mental y emocional.
Y descubrió que la mayoría de las personas, en sus últimos días, se arrepienten más de lo que no se atrevieron a hacer, que de lo que si hicieron. “Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida siendo fiel a mis sueños, no a la vida que otros esperaban de mi” solía escuchar Bronnie de bocas de sus pacientes.

Si nos ponemos a  recordar algunas de las decisiones más importantes que hemos tomado en nuestras vidas seguramente vamos a descubrir que no nos arrepentimos de ninguna de ellas.
Hayamos elegido bien o no, hayamos fallado o no, esas elecciones ya son parte de nuestra historia y sabemos atesorarlas como esas instancias en que nos atrevimos a ser valientes y soñadores, y pudimos dejar de lado el miedo a equivocarnos.

 

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