Escolaridad
¿Cómo volvemos al cole?
El colegio en casa del 2020 dejó consecuencias en grandes y chicos. En esta nota, la psicopedagoga Tati García Ruhstaller, nos cuenta acerca del impacto que ésto produjo en los vínculos familiares y sociales, y cómo podemos afrontar lo que se viene para el 2021.

Hablar de escolaridad en tiempos de pandemia no es fácil. El 2020 nos sorprendió con una dinámica que jamás hubiéramos imaginado: tener la escuela en casa. Ser “docentes” de nuestros hijos junto a los maestros del colegio. Entrelazar la escuela con el trabajo, la casa, los hijos, la pareja y el cansancio. Y en el medio, de a ratos pudimos contenerlos, pero también perdimos la paciencia, y nos agotamos. Y hoy nos da mucho miedo pensar cómo será vivir otro año de escolaridad entre la virtualidad y -tal vez- la presencialidad.

No te pierdas esta entrevista a la licenciada Tati García Ruhstaller, psicopedagoga y creadora del espacio @crianza_y_aprendizaje, en donde nos ayuda a pensar qué tipo de contención podemos darle a los más chicos, y cómo fortalecer la relación padres-hijos en medio de tanta incertidumbre.

 

Tati, después de un año sin clases presenciales… ¿Cuál es el balance?

Luego de un año sin clases presenciales, y siendo personal de colegio, debo reconocer que los alumnos han hecho un gran esfuerzo. Han demostrado flexibilidad, pudiendo en su mayoría, adaptarse a esta nueva modalidad que implicó la educación en modo virtual. Sin embargo, con el correr de los meses y atravesando una ola de mucha incertidumbre, un gran porcentaje de alumnos fue perdiendo la motivación, y les ha sido complicado a las familias acompañarlos en esos momentos. Esto es lógico, ya que como padres, muchas veces no sabemos cómo actuar frente a situaciones de este tipo.

¿Por qué nos costó tanto -como padres- saber qué hacer?

Si nos detenemos a pensar un poco, es la primera vez que como familia tenemos la oportunidad de ver a nuestros hijos como aprendices. Observar cómo se desenvuelven estando en nuestra presencia, no es moneda frecuente ni sencilla. Ante esta situación, muchos adultos no supieron cómo acompañar. No tenían claro si intervenir cuando algo no les salía y se quejaban o lloraban, si pedirles que prendan la cámara o dejar esos temas en manos de los docentes, si ayudarlos con respuestas que hacían los maestros y ellos no respondían, etc. Un sinfín de experiencias nuevas que los padres no viven al lado de sus hijos, porque son los alumnos los que están en la escuela (sin su familia allí). También ha costado mucho acompañarlos en sus sentimientos.

¿Qué tipo de contención les podemos dar a partir de ahora?

Lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos es acompañarlos. Durante esta pandemia varias veces reflexioné junto a las familias la diferencia entre acompañar y controlar. Poder estar ahí para ellos, sosteniendo, escuchando, empatizando con lo que están atravesando. Es una gran oportunidad para educar en la resiliencia. Nadie crece sin haber sufrido un poco, lo difícil educa. Es importante tener presente que educar es preparar a nuestros hijos para enfrentar la vida. De eso se trata acompañar. Es momento para tener diálogos con ellos, demostrarles que en la vida no siempre se puede controlar todo y que hay que estar preparados para atravesar experiencias que impliquen desafíos y dificultad.

Tenemos que entender que los padres no somos docentes, y las casas no son colegios. ¿Cómo hacemos?

Sería una ilusión tratar de pensarlo así. Por eso, en ese “acompañar” a nuestros hijos, también podemos recordarles que no somos sus docentes y hacemos lo que podemos. Que a nosotros también nos pasan cosas y tenemos que atravesar esto al igual que lo hacen ellos. Que es necesario sostenernos entre todos. Es un buen momento para mostrarles “Que somos un equipo”. Y que también podemos perder la paciencia y tener días malos, tal como les sucede a ellos. Y en esos “malos días” tenemos que pensar cómo lograr recuperar la calma y en lo posible la alegría. Hablar de emociones es necesario. Tenemos que poder darles herramientas, para que en un futuro ellos puedan resolver situaciones nuevas sin la necesidad de nuestra presencia, teniendo a los padres internalizados.

¿Cuál sería el mejor mensaje para transmitir a nuestros hijos en este tiempo?

Lo importante es poder transmitir algo de tranquilidad: “De alguna forma nos vamos a arreglar”, “esto ya va a pasar”, “nosotros te vamos a acompañar”, “no estás solo”. Y si está dentro de nuestras posibilidades, poder seguir jugando con ellos en casa, generando espacios donde aparezca la palabra y las emociones, generar rutinas donde el aprendizaje siga teniendo lugar, y tratar siempre de transmitir la pasión y el disfrute de aprender. Aprovechar cada situación para aprender juntos: cocinar, escribir, armar álbumes, buscar fotos viejas, pensar proyectos nuevos. Como padres debemos tratar de mostrar más flexibilidad que de costumbre. Afilar la mirada y la escucha para poder sostener. Ante ciertas situaciones más complejas, consultar con el pediatra o con algún profesional idóneo.

¿Cómo será vivir otro año de escolaridad entre la virtualidad y la presencialidad?

Este año que empieza será un nuevo desafío. Tenemos una ventaja, que es la de haber transitado el año anterior y ya contar con esa experiencia. Nuevamente, nos movemos ante cierta incertidumbre, y la incertidumbre genera ansiedad, miedos y ese no saber qué hacer. Ya me están consultando las familias por adelantado. Surgen preguntas de cómo van a manejar sus trabajos si el colegio es “mitad y mitad”. Esta sensación de “mitad y mitad” suele despertar temor ya que es confuso y no permite organizarse. Es importante ir día a día, sobre todo en este tiempo. Porque van cambiando las noticias con frecuencia y eso nos obliga a repensar nuestra organización. Es clave poder organizarnos, poder generar rutinas y hábitos que den seguridad a nuestros hijos, y eso hoy es difícil de llevar a cabo. Por ahora no podemos planificar mucho.

Tenemos que aprender a convivir con la incertidumbre, cada día más ¿no?

Sí, es así. Como familias tenemos que aprender eso. Esta ausencia de certezas genera angustia, ansiedad, y en ocasiones mal humor. Todos sabemos que tener hábitos y rutinas claras nos contiene y organiza. Hoy no contamos con esa posibilidad. No podemos anticipar, y eso nos complica mucho. No sólo no podemos organizar el día a día de nuestros hijos, sino que no podemos organizar tampoco nuestras agendas.

Se dice que el modelo pedagógico imperante en el país (propio de las escuelas modernas), está basado en la necesaria presencia de un docente o un adulto para apoyar y sostener la tarea de los alumnos ¿Podría ser esto de otra manera?

Es compleja esta respuesta. Si bien hemos comprobado que atravesamos el 2020 con una educación básicamente virtual, la presencia del adulto no es reemplazable, sobre todo en los más pequeños. El contacto con el otro, la mirada, el vínculo del día a día, la socialización con los pares, los conflictos que surgen al trabajar en equipo, al jugar, al distribuir roles, al comparar diferentes puntos de vista, y un sinfín de situaciones cotidianas que surgen en la vida escolar, no suceden en la virtualidad. El niño necesita del otro. No puedo imaginar un colegio virtual. Un colegio te transporta a los niños corriendo, jugando, preguntando, explorando, tocando, y estudiando con otros.

¿Creés que hay contenidos escolares que deben adaptarse al contexto que vivimos?

Creo que esto ya está sucediendo hace tiempo. La tecnología ya forma parte de los colegios y por suerte, cada vez más se está educando a los alumnos para el uso correcto de la misma. No es lo mismo saber manejar la tecnología, que estar educado para manejarla bien, que ser responsables, empáticos y solidarios al utilizarla. Es importante no sólo hablar sobre los riesgos y peligros a los cuales los niños se enfrentan (cyber bullying, grooming, entre otros), sino que es sumamente importante poder hacerlos conscientes de lo que deciden postear, de las fotos que suben, de lo que escriben, y de cómo tratar a otros.

¿Me gustaría que vos nos cuentes qué cosas positivas crees que se hicieron y surgieron en la escuela a partir de esta pandemia, y qué fue lo que faltó?

Siendo psicopedagoga y formando parte de un colegio, creo que los docentes han hecho un enorme esfuerzo, que fue un año atípico para todos y que, aun así, ellos estuvieron lidiando también con sus propias cuestiones y tratando de aprender rápidamente cómo llevar a cabo una educación a distancia. No fue sencillo tampoco para muchos de ellos. La educación virtual nos hizo repensar nuestra labor también. Considero que el regreso es necesario. Que los alumnos necesitan estar ahí y que debemos poder seguir hablando y debatiendo acerca de lo que hemos atravesado este año que dejamos. Creo que fue un año de mucho aprendizaje y debemos tenerlo presente para poder modificar ciertas costumbres o creencias.

¿Por ejemplo?

En los colegios, esta pandemia nos obligó a ser más creativos, más flexibles y buscar constantemente el equilibrio. Tal vez faltó tiempo para acompañar más a las familias. Hubo mucho trabajo con los alumnos, más allá del aprendizaje virtual, poder sostenerlos y acompañarlos por fuera de esos horarios exclusivamente de conexión a zoom, fue un gran adicional. Sin embargo, este año que pasó, a diferencia de otros, fue necesario sostener también a muchas familias para que ellos pudieran ayudar a sus hijos.

¿Crees que es “urgente” que los chicos vuelvan a las aulas?

Como psicopedagoga deseo volver a la escuela y que los niños y adolescentes también puedan hacerlo en tiempo completo. Solo quienes trabajamos en colegios sabemos todo lo que allí se aprende. No sólo los contenidos escolares. Adentro de la institución se aprende a estar con otros, a resolver conflictos teniendo conflictos, a socializar, a relacionarse con adultos, a trabajar en equipo. De la interacción social también se aprende, aprendemos con el otro, aprendemos haciendo, aprendemos debatiendo, intercambiando ideas, aceptando las del otro, aprendemos escuchando, haciendo silencio, aprendemos estando ahí, y ojalá en breve podamos volver a hacerlo.

¿Algún mensaje final que quisieras dejarnos?

Para terminar, me gustaría compartir un escrito anónimo que me dieron en el colegio de mis hijos: “Nadie nos enseñó a ser padres en cuarentena. Nadie nos enseñó a ser hijos en cuarentena. Nadie nos enseñó a ser maestros en cuarentena. Nadie nos enseñó a ser alumnos en cuarentena. Es, por lo tanto, tiempo de aprender. Si todo es distinto, habrá entonces que cambiar todo. Habrá que aprender todo”.

Para quienes quieran seguir a Tati en sus redes, pueden hacerlo acá. Ella es psicopedagoga, y trabaja hace 25 años en un colegio de Olivos (Buenos Aires, Argentina) en primaria y secundaria. Además, tiene su consultorio privado en San Isidro (Buenos Aires, Argentina), realiza encuentros en colegios y es la creadora de la cuenta de IG “Crianza y aprendizaje”.

 

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